Instituto Internacional
del Teatro (IIT o ITI)
Organización Mundial
para las Artes Escénicas
Mensaje para el Día
Mundial del Teatro 2020 por Sahid Nadeem.
27 de marzo.
EL TEATRO COMO SANTUARIO
Tengo el gran honor de
escribir el mensaje del Día Mundial del Teatro 2020. Provoca un sentimiento de
humildad, pero también de franca emoción, pensar que el teatro de Pakistán, y
Pakistán mismo, han sido reconocidos por el Instituto Internacional del Teatro
(ITI, por sus siglas en inglés), que es la asociación teatral más influyente y
representativa, a nivel mundial, en nuestros tiempos. Este honor también se lo
atribuyo a Madeeha Gauhar[1],
ícono y fundadora del Teatro Ajoka,[2]
además de mi compañera de vida, que partió de este mundo hace dos años. El
equipo Ajoka ha tenido un camino largo y difícil, literalmente de la calle al
teatro. Pero esa es la historia de muchos grupos de teatro, estoy seguro. Nunca
es un inicio suave con viento en popa. Siempre es una lucha.
Vengo de un país
predominantemente musulmán, que ha visto muchas dictaduras militares, la
horrible embestida de los extremistas religiosos y tres guerras con nuestra vecina,
India, con quien compartimos miles de años de historia y herencia. Hoy todavía
vivimos con el temor de que se inicie una guerra frontal con nuestra nación
hermana y vecina, que incluso podría ser nuclear, ya que ambos países ahora
tienen estas armas.
A veces decimos en
broma: "los malos tiempos son buenos tiempos para el teatro". No hay escasez
de retos que enfrentar, contradicciones que exponer ni status quo que subvertir. Mi grupo de teatro, Ajoka, y yo hemos
andado por esta cuerda floja por más de 36 años en este punto. Y ha sido en
verdad una cuerda floja: mantener el balance entre divertimento y educación,
entre buscar y aprender del pasado y prepararse para el futuro, entre libertad
de expresión creativa y riesgosos enfrentamientos con la autoridad, entre la crítica
social y el teatro financieramente viable, entre alcanzar a las masas y ser avant-garde. Se podría decir que el
teatrista debe ser un prestidigitador, un mago.
En Pakistán existe una
división clara entre lo sagrado y lo profano. En lo profano no hay lugar para
cuestionamientos religiosos, mientras que en lo sagrado no hay posibilidad del
debate abierto o de nuevas ideas. De hecho, el establishment conservador considera al arte y la cultura fuera de
los límites de sus "juegos sagrados". Así que el camino para los
artistas escénicos ha sido como una carrera de obstáculos. Primero tienen que
mostrar sus credenciales de buenos musulmanes y ciudadanos, además de intentar
demostrar que la danza, la música y el teatro están "permitidos" en
el islam. Un gran número de observadores musulmanes se han vuelto, por lo
tanto, reacios a abrazar las artes escénicas, incluso cuando elementos de la
danza, la música y el teatro los rodean en su día a día. Y es entonces cuando nos
topamos con una subcultura que tenía el potencial de llevar lo sagrado y lo
profano al mismo escenario.
Durante el régimen
militar de los 80 en Pakistán, Ajoka fue creado por un grupo de jóvenes
artistas que retaban la dictadura mediante un teatro de disidencia social que
intentaba ser políticamente audaz. Encontraron que sus sentimientos, su enojo,
su angustia, eran expresados de forma increíble por un bardo sufí[3]
que vivió 300 años atrás. Este era el gran poeta sufí Bulleh Shah.[4]
Ajoka se dio cuenta de que podía hacer declaraciones políticamente explosivas a
través de su poesía, retando a la corrupta autoridad política y a la
intolerante institución religiosa. Las autoridades podían vetarnos o
desaparecernos, pero no a un reverenciado y popular poeta sufí como Bulleh
Shah. Descubrimos que su vida fue tan dramática y radical como su poesía, lo
que en sus tiempos le ganó fetuas y ser desterrado. Entonces escribí
"Bulha", una obra sobre la vida y lucha de Bulleh Shah. Bulha, como
le dicen de cariño por todo el sur de Asia, proviene de una escuela de poetas
sufíes punjabí que retaban sin temor la autoridad de los emperadores y los
demagogos clericales a través de su poesía y su práctica. Ellos escribieron en
el lenguaje de la gente y sobre las aspiraciones de las masas. En la música y
la danza fue donde encontraron el vehículo para asociar directamente al hombre
y a dios, pasando por alto, con desdén, a los intermediarios religiosos y
explotadores. Ellos desafiaron el género y las divisiones de clase, y
observaron al planeta con maravilla, como una manifestación del todopoderoso.
El Concilio de Artes de Lahore rechazó el manuscrito con el argumento de que no
era una obra sino una simple biografía. De todas formas, cuando la obra fue
presentada en un lugar alternativo, el Instituto Goethe, el público vio,
entendió y apreció el simbolismo en la vida y la poesía del poeta de la gente.
Se pudieron identificar completamente con su vida y su tiempo y observaron los
paralelismos con sus propias vidas y su propio tiempo.
Un nuevo tipo de teatro
nació ese día en 2001. La música devota Qawwali[5],
la danza sufí Dhamal[6] y
la recitación poética inspiracional, incluso mediante el canto meditativo Zikir,[7] se
volvieron parte de la obra. Un grupo de Sikhs,[8]
que estaban en la ciudad para ir a una conferencia punjabí y se habían dejado
caer para ver la obra, invadieron el escenario al final, lloraban, abrazaban y
besaban a los actores. Estaban compartiendo el escenario por primera vez con
punjabís musulmanes tras la partición de la India en 1947,[9]
que resultó en la división de Punjab en líneas comunales. Bulleh Shah había
sido tan querido por ellos como por los punjabís musulmanes, pues, para los
sufíes, trasciende las divisiones religiosas o comunales.
Esta premier memorable
fue seguida por la odisea india de Bulleh Shah. Iniciando con un tour por la
parte Punjab de ese país, "Bulha" se presentó a lo largo y ancho de
India, incluso en tiempos de graves tensiones entre los dos países y en lugares
en donde el público no conocía una sola palabra punjabí, pero que amaron cada
momento de la obra. Mientras las puertas para el diálogo político y la
diplomacia eran cerradas una a una, las puertas de los salones de teatro y de
los corazones del público indio permanecían bien abiertas. Durante el tour de
Ajoka por la parte Punjab de la India en 2004, después de una recepción muy
calurosa de la obra por un público rural de miles, un anciano se acercó hasta
el actor que había interpretado el papel del gran sufí. El anciano estaba
acompañado por un niño. "Mi nieto no se encuentra bien, ¿podría
bendecirlo?". El actor se sorprendió y contesto: "Babaji,[10] no
soy Bulleh Shah, solo soy un actor que interpreta el papel". El anciano
empezó a llorar y rogó: "Por favor, bendice a mi nieto, sé que se
recuperará si lo haces". Le sugerimos al actor que cumpliera el deseo del
señor. El actor bendijo al jovencito. El anciano estaba satisfecho. Antes de
irse, dijo estas palabras: "Hijo, no eres un actor, eres una reencarnación
de Bulleh Shah, su Avatar".[11]
De repente, se nos ocurrió un concepto completamente nuevo de teatro, donde el
actor se convierte en la reencarnación del personaje que interpreta.
En 18 años de hacer
tour con "Bulha", hemos notado una respuesta similar de un público
aparentemente no iniciado, para quienes la puesta en escena no es solo un
entretenimiento o una experiencia de estimulación intelectual, sino un
encuentro espiritual conmovedor. De hecho, el actor con el rol del maestro sufí
de Bulleh Shah fue tan profundamente influenciado por esta experiencia, que él
mismo se convirtió en un poeta sufí y desde entonces ha publicado dos
poemarios. Los que estuvieron envueltos en la producción, han compartido que
cuando la presentación iniciaba, sentían que el espíritu de Bulle Shah estaba
entre ellos y que el escenario se elevaba a un plano superior. Un estudioso de
la India, cuando escribió sobre la obra, le dio el título de "Cuando el
teatro se convierte en un santuario".
Yo soy una persona
secular y mi interés en el sufismo es puramente cultural. Estoy más interesado
en los aspectos performativos y artísticos de los poetas sufíes punjabís, a
diferencia de mi público, que probablemente no sea extremista o fanático, sino
gente con sinceras creencias religiosas. Explorar historias como la de Bulleh Shah,
que existen en todas las culturas, puede convertirse en un puente entre
nosotros, los creadores de teatro, y un público desconocido pero entusiasta.
Juntos podemos descubrir las dimensiones espirituales del teatro y construir
puentes entre el pasado y el presente, que nos lleven al futuro destinado para
todas las comunidades, ya sean creyentes o no creyentes, actores o ancianos y
sus nietos.
La razón por la que
estoy compartiendo la historia de Bulleh Shah y nuestra exploración de una especie
de teatro sufí, es porque mientras estamos en el escenario, a veces nos dejamos
llevar por nuestra filosofía del teatro, por nuestro papel como precursores del
cambio social, y al hacerlo dejamos atrás a gran parte de las masas. En nuestro
compromiso con los desafíos del presente, nos privamos de las posibilidades de
una experiencia espiritual profundamente conmovedora que el teatro puede
proporcionar. En el mundo de hoy, donde la intolerancia, el odio y la violencia
están en aumento, cada nación parece estar enfrentada a otra, los creyentes
están luchando contra otros creyentes y las comunidades escupen odio hacia
otras comunidades... y mientras tanto los niños mueren por malnutrición y las
madres, durante el parto por la falta de atención médica oportuna y por las
florecientes ideologías de odio. Nuestro planeta se está hundiendo cada vez más
en una catástrofe climática y ya podemos oír las pezuñas de los cuatro jinetes
del apocalipsis.[12]
Necesitamos reponer nuestra fuerza espiritual; necesitamos luchar contra la
apatía, el letargo, el pesimismo, la codicia y el desprecio por el mundo en que
vivimos, por el planeta en el que vivimos. El teatro tiene un papel, un papel
noble, debe dinamizar y hacer avanzar a la humanidad, ayudarla a levantarse
antes de que caiga en un abismo. Puede convertir el escenario en un templo, el
espacio de actuación, en algo sagrado.
En el sur de Asia, los
artistas tocan con reverencia el escenario antes de pisarlo, una antigua
tradición en la que lo espiritual y lo cultural estaban entrelazados. Es hora
de recuperar esa relación simbiótica entre el artista y el público, el pasado y
el futuro. Hacer teatro puede ser un acto sagrado y los actores pueden
convertirse en los avatares de los roles que desempeñan. El teatro puede elevar
el arte de actuar a un plano espiritual superior, porque tiene el potencial
transformador de convertirse en un santuario y convertir a ese santuario en un
espacio de actuación.
[1]
Madeeha Gauhar (1956-2018): directora de teatro, actriz, feminista y fundadora
del Teatro Ajoka, con un Máster en Teatro del Royal Holloway College de Londres
y galardonada con la Medalla de Distinción del Gobierno de Pakistán y el Premio
Príncipe Claus de los Países Bajos.
[2]
Teatro Ajoka: creado en 1984. La palabra Ajoka significa
"contemporáneo" en punjabí. Su repertorio incluye obras de teatro y
temas como la tolerancia religiosa, la paz, la violencia de género y los
derechos humanos.
[3]
Sufismo: La tradición mística islámica que busca encontrar la verdad del amor
divino a través de la experiencia personal directa de Dios, se hizo popular
debido a su predicación de la fraternidad universal y la oposición a la rígida
doctrina de las enseñanzas religiosas. La poesía sufí, representada
principalmente en música, expresa la unión mística a través de las metáforas
del amor profano.
[4] Bulleh
Shah (1680-1757): un influyente poeta sufí punjabí, que escribió sobre temas
filosóficos complejos en un lenguaje simple, fue un fuerte crítico de la
ortodoxia religiosa y la élite gobernante, fue expulsado de la ciudad de Kasur,
acusado de herejía y negado el entierro en el cementerio de la ciudad. Popular
entre los cantantes devocionales y populares. Admirado a través de la división
religiosa o geográfica.
[5] Qawwali: Poesía sufí devocional,
presentada por grupos de cantantes (Qawwals),
realizada originalmente en los santuarios sufíes, llevando a los oyentes a un
estado de éxtasis.
[6] Dhamaal: Baile extático en los
santuarios sufíes, generalmente en trompeta.
[7] Zikir: canto rítmico devocional, recitar
oraciones para lograr la iluminación espiritual.
[8] Sikhs: Seguidores de la fe sikh, fundada en Punjab en el siglo XV
por Guru Nanak.
[9] El
estado musulmán de Pakistán fue excavado en una parte de la India en 1947, en
medio de una matanza comunitaria sin precedentes y una migración masiva de la
población.
[10] Babaji: Una expresión de respeto por un
hombre mayor.
[11] Avatar:
Reencarnación o manifestación en la Tierra de un maestro divino, según la
cultura hindú.
[12]
Los cuatro jinetes son descritos por Juan de Patmos en su libro Apocalipsis, el
último libro del Nuevo Testamento. En la mayoría de las interpretaciones, los
cuatro jinetes son vistos como símbolos de Conquista, Guerra, Hambruna y
Muerte, respectivamente.
Traducción por Casandra Ruiz.
Puedes consultar la versión original aquí.