Como seres "racionales" que somos, el entendimiento brinda una escalera al agujero negro en el que nos mantiene la ignorancia, el miedo, que en este contexto incluso pueden manejarse como sinónimos. Pero el miedo puede provocar dos tipos de reacciones, en las que se pueden dividir los seres humanos. Están los que se paralizan tanto que apenas si respiran, y poco a poco se vuelven esclavos del temor. Los otros, los que esperamos que sean mayoría, son a quienes el miedo los hace correr, avanzar, buscar cómo detener ese pánico que nos invade por culpa de lo ignoto y así, encontrar el conocimiento.

5/10/13

Reflexión crítica sobre el éxito de la lectura en los niños

El éxito en la lectura

Casandra Ruiz Caro



Tomé un curso de lectura rápida y fui capaz de
leerme La guerra y la paz en veinte minutos.
Creo que decía algo de Rusia.
Woody Allen.



Actualmente, muchos niños aprender a leer sin tener realmente un método único e infalible, quizás debería decir que aprender a leer si importar el método de enseñanza que se les aplique, pero al menos un veinte por ciento es la media de los niños que no leen bien en las aulas. Algunos de estos casos pueden ser detectados a hora temprana si se pone un poco de atención en los niños, y es que si la historia del lenguaje es reciente, la de la lectura aún está en pañales; y sin embargo hay estudios muy interesantes que han reparado en ella y que nos permiten vislumbrar al menos un poco de la magna maquinaria de nuestro cerebro.

Ahora bien, nuestro sistema de escritura es el alfabeto, y fue Havelock quien propuso tres condiciones para ver si es un autentico alfabeto del que se habla:

  1. Todo fonema (sonido) de la lengua tiene que estar representado en el sistema de escritura.
  2. Debe existir una correspondencia biunívoca no ambigua entre fonema y grafema (la letra o representación escrita del fonema).
  3. El número total de grafemas debe ser limitado para no sobrecargar los procesos de memoria. Un número ideal está entre los veinte y los treinta, si es que la alfabetización puede llegar a la mayoría.

¿Qué? ¿Algún problema con las 3 condiciones? ¡Che vato!


Lo interesante de observar estas condiciones es darnos cuenta de que la última condición la cumplimos cabalmente, hay veintisiete letras en nuestro alfabeto, ni más ni menos, con lo que el acto de leer puede alcanzar en nosotros la categoría de “acto reflejo”, es decir, lo que las teorías psicolingüísticas llaman automaticidad o fluidez (cuando el procesamiento lingüístico se ha convertido en automático, habla y pensamiento van al mismo tiempo, o casi al mismo tiempo, y no se ha de gastar tiempo en pensar una respuesta a menos que la lectura muestre palabras o grafemas –que sería extraño– que el individuo no conozca).

Cuando se busca una lectura completa, una buena lectura, entran en función una serie de códigos, de subsistemas del lenguaje, que permiten desarrollarla, estos son: los códigos fonológicos (los fonemas y las reglas que indican su orden y combinación); los códigos semánticos (las representaciones mentales interconectadas de los significados asignados a las unidades de lengua); códigos sintácticos (reglas para ordenar palabras y construir oraciones) y gramáticos (representan la clase a la que pertenece una palabra –nombre, verbo– y que define su función en la oración). Lo anterior, junto con el sistema visual (que permite memorizar), permite el uso al máximo de la capacidad lectora o del aprendizaje de lectura.

¡Fonética, bella fonética! Pero querías estudiar algo que no tuviera matemáticas...

Hay rasgos en que los niños fallan, son fallas en el momento pero que se corrigen rápidamente; por ejemplo, para los niños es difícil discriminar entre palabras escritas que sólo tengan un grafema distinto si es la primera vez que las ven, como lobo y lodo. Por supuesto, los niños pronunciarán la palabra que más tengan presente y será tarea del adulto a cargo corregirlo. Si la corrección se hace el niño reconocerá el error mediante un proceso de atención, y creará una regla más en su bagaje mental: hay dos letras parecidas (en este caso d y b) y tienen distinto sonido. En la medida en que el pequeño comprenda que cada grafema es un sonido de la lengua que hablan, y si poseen una capacidad adecuada para la codificación fonológica, pronto aprenderán a sacar partido de las correspondencias ortografía-sonido que encuentren con mayor frecuencia, y empezaran a desarrollar estrategias tales como:

  • Almacenar reglas sobre el orden en que pueden aparecer las letras.
  • Almacenar reglas para ordenar las letras en palabras.
  • Almacenar ortografías invariables.
  • Realizar discriminaciones cada vez más sutiles entre palabras semejantes.
  • Identifican palabras nuevas de forma generativa y recombinando los elementos que ya conocen.
  • Etc…


En un lugar de La Mancha...


Los niños no dependen, entonces, sólo de la memoria visual, sería imposible; en cambio, utilizan estas estrategias para aligerar un poco la carga y son mecanismos que ayudan al niño en la gestión del sistema escrito.

Ahora, puede que en alguna oportunidad haya escuchado que leer las letras al revés es uno de los primeros indicadores de problemas de la lectura en los niños; pero en realidad muchos infantes proceden de esta manera, cuando están aprendiendo a formarlas o a hacer las secuencias de izquierda a derecha para su interpretación, esto sólo se hace importante si más adelante al niño (ya con pleno conocimiento del asunto) sigue presentando este problema.

Más importante es el hecho de que se cumplan ciertos procesos cognitivos que están implicados en la lectura, como la asociación, las tranferencias modales, la memoria serial y la atención. Por ejemplo, para lograr en el niño una atención eficaz, se requiere de un periodo de análisis que se ve influido por tres contingencias relacionadas:

a)      Un estado afectivo o emocional que hace posible la atención,
b)      motivación consciente por aprender,
c)      conocimiento suficiente para facilitar la atención y realizar discriminaciones críticas.

¿Estado afectivo emocional? ¿Qué es eso?

Una de las que más nos atañe es la falta de motivación, una carencia de motivación inherente que hace difícil el aprender a leer para los niños. Los egresados (e incluso los estudiantes) de carreras como la nuestra deberían ser capaces de dar tales motivaciones en cursos de literatura o de fomento a la lectura, y no se hace difícil el decir que esta misma afección es la que hace que muchos de los adultos no lean, la falta de motivación que les haga pensar el por qué y para qué es bueno que gasten (aunque no es un gasto doloroso para mí) un poco de tiempo en leer.

El aprendizaje asociativo es la base de nuestra capacidad para establecer vínculos entre las palabras escritas y sus correspondientes palabras en lengua oral. En la asociación se halla la base de una de nuestras capacidades cognitivas más importantes, esa por la que seguramente inició el lenguaje: simbolizar. Los niños parecen desarrollar esta capacidad de un modo bastante natural.

Como he venido desarrollando, los dos predictores más potentes en lo que respecta a la posterior adquisición de la lectura son las capacidades fonológicas del niño y su habilidad para reconocer las letras. Quizás la mayor influencia para el desarrollo de estas capacidades consiste en leer en voz alta. Esta experiencia ayuda a comprender que lo que está impreso en una página está relacionado con palabras que pueden pronunciarse; esto le prepara para extraer un significado de lo escrito. En el terreno fonológico, la lectura introduce la rima, la aliteración y la segmentación del sonido: el niño comienza a comprender que las palabras están compuestas por unidades de sonido. Dicho conocimiento es un potente predictor de la lectura precoz.

Cuando el niño pasa de escuchar a los demás a realizar intentos por leer por su cuenta los textos escritos, las conjeturas lingüísticas se constituyen en la base de la comprensión inicial del niño de las conexiones entre lo escrito y el significado, es decir, de la asociación.

L... lll... lllllll... la m... la mmmm... la ma ammm... la ma ammma... la mamá. ¡Mamá ya leí!

Es interesante que estos mecanismos que los pequeñines parecen desarrollar tan rápido y sin problemas (aunque sea de manera aparente), sea tan difícil de llevar a cabo en un adulto (sobre todo hablando de segundas lenguas) siendo que, el adulto, tiene la ventaja de saber y entender por qué y para qué debe aprender. Pero no es difícil que en este mundo donde la velocidad nos rige, lo importante sean las palabras que lees por minuto y no los significados que entiendes.


Los padres de familia, sobre todo, son quienes deben hacerse tiempo y leer libros a sus hijos, escoger un tema de su interés, incentivándolo a que sea independiente en la lectura y explicándole cosas como que eso le ayudará a mejorar su vocabulario. El gran error de la educación es dejarla totalmente en manos de los maestros y olvidarse de los hijos.

Niña le pega en los gumaros al profe que tenía milenios regañándola.






=)


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