Por Santiago Sevilla
El derrotero de Amadís y de don Enrique de Castilla es el
mismo: Desde la corte del Rey Eduardo I de Inglaterra y sus guerras contra los
Barones ingleses capitaneados por el sin par Conde Simón de Montfort, su
sangrienta lucha contra los reyes de Escocia, y el valeroso Príncipe de Gales
Llebellyn; la consagración de Don Enrique como vano rey de Cerdeña, su soñada
Ínsula Firme, la conquista de Sicilia secundando a Charles d' Anjou, hasta la
derrota de Tagliacozzo junto al joven Conradino, último rey de los
Hohenstaufen, y su profundo conocimiento de Constantinopla, Grecia, Rumania y
Hungría, últimos reductos de la caballería andante, todas estas coincidencias
son sorprendentes y nada casuales. La personalidad y la pluma de don Enrique de
Castilla corroboran a favor de creerle autor del Amadís de Gaula.
Su distinguidísima biógrafa, la historiadora leonesa
Margarita Torres Sevilla, según una entrevista con Diario de León, lo describe
como un príncipe trovador y enamorado: «Enrique de Castilla fue príncipe,
mercenario y poeta... Era sumamente atractivo, tanto física como intelectualmente....»
«No era tanto sabio Alfonso X, cuanto su entorno familiar y,
en especial, su padre, Fernando III. Una corte leonesa (en la que Lucas de Tuy
era el cronista), donde Alfonso destaca como trovador, pero también Enrique es
trovador. Además, el estilo poético de este último es más depurado y perfecto».
Sí, el estilo del autor del Amadís es de una prosa poética
maravillosa, que se cata mejor cuando se lo lee en voz alta, donde recién se
percibe su escondida musicalidad.
(A mi anciano padre don Juan Sevilla de 95 años y a mi, por
poco no se nos humedecen los ojos, cuando se lo leo al Amadís, a viva voz, tal
es la hermosura de sus pasajes narrativos y sus diálogos, donde escuchamos
nuestro español arcaico tal como lo hablan todavía nuestra buena gente del
campo.) Pero yendo al grano, ya que sólo de este entorno podemos imaginar que
salió el precioso libro, vale decir que en la corte de la reina consorte de
Inglaterra doña Leonor de Castilla, en Windsor y en Londres, no aparecen
vivamente otros posibles autores del Amadís. Douglas Richardson en su obra:
Plantagenet Ancestry: A Study in Medieval And Colonial Families. 2004, los
enumera:
Caballeros: Jacob (James) de Ispannia, Maestro James de
Ispannia (sobrino de Doña Leonor) Alfonsus de Ispannia, William, Lord de la
Plaunche, Enrique, Hijo del rey de Castilla, Sir Reynald, Conde de Guelders y
Duque de Limburg. Sir Ingeram de Fynles (Fiennes) (primo de Leonor), William,
Lord de la Plaunche, Martín Alfonson (sobrino de Doña Leonor).
Damas: Joan Wake (que puede tratarse de Joan Fitz Bernard o
de Fenes), Clemence de Vesci (Clemence deAvaugor), Alice de Montfort (Alice de
La Plaunche), y Marie de St Amand (las cuatro tienen relaciones de
consanguinidad con la reina). Casadas respectivamente, con Lord Wake of Lidell,
John de Vesci el Joven, John de Montfort de Beaudesert y Almeric de St. Amand
(caballeros ingleses).
Sabemos que después de su rebelión contra su hermano Alfonso
X el Sabio, en la que fuera derrotado en su heredad de Morón, don Enrique huyó
a Ponthieu en 1254 a refugiarse en el condado normando de su madrastra Jeanne
de Dammartin, ya viuda del rey Fernando III de Castilla y después en 1356 a
Inglaterra donde su hermana de padre, la reina Leonor.
Estuvo en la corte inglesa durante cuatro años, al tiempo de
grandes enfrentamientos del todavía rey Henry III con el conde Simón de
Montfort, que culminaron en las famosas batallas de Lewes en 1264 y de Evesham
en 1265.
En esos cuatro años, don Enrique conoció a fondo la
vicisitudes de la corte inglesa, en tal detalle, que pudo revivirlas
fantásticamente en el Amadís. Su vida en Túnez como soldado de fortuna, su alianza
con el rey de Nápoles y Sicilia, el temerario Charles d'Anjou (1246-1285) le
brindó el espectáculo de grandes hechos de armas que aparecen vívidamente en el
Amadís.
La descripción de batallas, justas a muerte y cruentos
torneos bélicos son tan creíbles, porque han surgido de la propia experiencia
de don Enrique, quien fuera un temible batallador, aunque de cambiante suerte.
A fe cierta fue también jinete magistral, porque sus relatos ecuestres revelan
inusitados conocimientos caballerescos. No será difícil para historiadores
medievalistas encontrar riquísimo sustento para esta atribución del Amadís a
don Enrique, el Senador Romano, tal que se le conoce. La narración de Amadís es
la descripción fantástica de todo su trajín y periplo por Europa, en pos de la
aventura y la gloria. Es posible que cual otros escritores famosos, como
Cervantes y Quevedo más tarde, hubiera escrito la tercera parte de su obra en
su prolongada prisión de Nápoles.
La pregunta aún sin respuesta es ¿Por qué él mismo no se
reveló como su autor? A su vejez, después de treinta años de estar preso en
Nápoles, retornó a España en 1298, donde fue consagrado como Regente de
Castilla a nombre de su sobrino-nieto Fernando IV, hasta la muerte de don
Enrique en 1304. Tuvo en ello un brillante desempeño, arbitrando los trastornos
sucesorios con los infantes de la Cerda y otros graves asuntos de gobierno.
Sin lugar a duda, no le convenía darse a conocer como el
autor de una obra que apareció en esos días y que, años más tarde, el ilustre
don Pero López de Ayala, Cronista de Pedro el Cruel, tachara peyorativamente de
fabulesca. El final del Amadís de Gaula fue trastocado y usurpado por don Garcí
Rodríguez de Montalvo ya en otra era, en 1508, cuando inventó un final feliz,
muy contrario a las predicciones de Urganda la Desconocida que lo convertían en
tragedia: «Amadís, ¿Por qué piensas en lo que nada te aprovecha? Llegarás a la
muerte por la vida ajena y darás tu sangre por la sangre ajena. El martirio
será tuyo y de otro la ganancia, y tendrás como galardón, saña y lejanía. Tu
aguda y rica espada trastornará tus huesos y tu carne, y darías la mitad del
mundo para que se quebrase y fuese echada en un lago. Cuida lo que haces, que
todo vendrá como te digo».
La encantadora nunca se equivocó, y sería maravilloso leer
el verdadero final de la obra, en el que se dice que Espladián mató a su padre
don Amadís, en venganza de la deshonra de su madre, la princesa Oriana, que lo
parió como bastardo y dejó que lo amamantase una leona. Nadie pudo haber
escrito el Amadís con tanto apego a la vida propia, a las hazañas de su tiempo
como su inmediato testigo y en tan hermoso estilo castellano, como don Enrique
el Senador.
Debo expresar gratitud a muchos generosos Medievalistas que
han tenido la bondad de proporcionarme por intermedio de Jorge Maíz Chacón
documentos invalorables, que me han servido para sustentar atrevidamente esta
tesis de que el Amadís no es anónimo, sino que su autor fue un gran español de
mundial envergadura, de don Enrique de Castilla y León.
=)
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