Casandra Ruiz
Caro
Chinanski se presentó ante mi tal y como lo habían
dibujado los cuentos de Bukowski, un maldito alcoholico, abusivo y bastante
colérico…digo, pero que buena pinta se le veía al Adrián Vázquez sin camisa,
cuando prenden las luces y aparece en el escenario más de una hizo un ruidito
extraño… digo más de una porque en el público predominaban las mujeres, ¿por
qué sería? Bueno, el chiste es que cuando Adrián se posiciona frente a la
imaginaria máquina de escribir ya no vemos al actor, es Chinanski quien hace su
aparición y sus palabras nos ponen en aviso de lo “educadita” que será la obra.
Además, con la primera carcajada al minuto de empezar nos damos cuenta de que
será una noche hilarante, de dolor por tanta risa causada por un brutal humor
negro. Chinanski se presenta ante mi hablando de su erección, una erección
grande, gruesa, cabezona... y ante la primera risa nerviosa se disculpa: “Es
que así la tengo yo”. Sufrimos entonces del ataque de un ingenio terrible que
nos lleva de la mano por la vida de este escritor que tiene problemas para
atrapar la inspiración…claro, hasta que nos lleva con él al baño y, mientras
hace fuerza, se desvela ante nosotros su pensamiento, las aventuras de Big
Bart, un bandolero del viejo oeste que pasa los días matando indios y cogiendo
viejas… bueno, dice Chinanski, a veces mata viejas y coge indios. Es increíble
entonces como Chinanski se transforma y se convierte en los protagonistas de su
inconsciente, en la adorable Rocío de Miel, el tremendo Big Bart y el pobre
Niño, que sufrirá por ser el novio de Rocío. El tiempo de la ensoñación termina
y llega al fin la tan referida Bernardette. El público ríe a más no poder y yo
aplaudo con emoción, con la aparición de
un nuevo personaje en escena, porque es como si un nuevo personaje apareciera,
la postura, la voz, el no sé qué del actor cambia completamente y se nos
descubre esta mujer, Bernardette, y también el truco Chinanskiano para coger
con alguien: “No falla”, dice, “una tacita de
café, un poco de alcohol, estar de acuerdo en todo, decir dos te quieros
y un te amo”. Vaya puntada cuando todo sucede. La risa que se experimenta es
muy extraña porque es compartida, es como un gran cúmulo de energía que te hace
sentir bien mientras dura el espectáculo, incluso cuando Chinanski llega al
hospital con el pene sangrando por haberse masturbado con el jarrón chino de su
madre. Ja, lo que provocaba en él Bernardette. Cuando comenzó la obra ni
siquiera me acordé de que había estado muy incómoda con lo pequeño del sitio y
con el hecho de que mucha gente estuviera fumando… me sentía atrapada por el
humo hasta que de pronto, puff, como por arte de magia mi atención se centro en
el protagonista. Era trastada tras trastada y con un humor hipnotizante. Una
obra actualísima, después de todo las tres c’s siempre estarán de moda: comer,
cagar y coger; y disculpen mi expresión.
Encontré una parte en el tubo, se las dejo. Se trata de cuando está buscando inspiración para su escrito y lo encuentra en sus: "Doce monos que no pueden coger..."
=)
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