Como seres "racionales" que somos, el entendimiento brinda una escalera al agujero negro en el que nos mantiene la ignorancia, el miedo, que en este contexto incluso pueden manejarse como sinónimos. Pero el miedo puede provocar dos tipos de reacciones, en las que se pueden dividir los seres humanos. Están los que se paralizan tanto que apenas si respiran, y poco a poco se vuelven esclavos del temor. Los otros, los que esperamos que sean mayoría, son a quienes el miedo los hace correr, avanzar, buscar cómo detener ese pánico que nos invade por culpa de lo ignoto y así, encontrar el conocimiento.

29/8/13

¿Ser o no ser... mujer?


Casandra Ruiz Caro


No era lo mismo ser
que ser mujer


¿Qué hace a una mujer ser una mujer? ¿Y qué ocurre con las mujeres en el campo que, al morir el padre o esposo, se vuelven los sucesores en sus trabajos “masculinos”? ¿Es acaso la diferencia pene-vagina la que produce esta distinción? La respuesta a la mayoría de estas preguntas es incierta para mí. Las mismas mujeres no sabemos a qué hace referencia, en realidad, la palabra “mujer” y, sin embargo, damos por sentado que lo somos; aceptamos sin reservas encerrarnos en nuestra categoría y seguimos al pie de la letra el plan-trazado-de-antemano que se tiene para nosotras. Ya está contemplado en el perfil psicológico de la mujer la rebeldía juvenil, la etapa de indiferencia y tantos otros momentos comunes a todas. Por más que algunas intenten escapar a los lineamientos “mujeriles” no hacen sino repetir patrones de otras que ya lo intentaron en el pasado y, por lo tanto, todo se mantiene igual; esto sin entrar en temas que requerirían cierto acercamiento especial como la homosexualidad aunque esta misma sea tan antigua como el tiempo.


Ciertamente los tiempos han cambiado. Las mujeres tienen tanta capacidad y derecho de desarrollarse profesionalmente dentro o fuera de la familia. Se puede optar o no por la maternidad y no es algo que, como decía Rosario Castellanos, llene completamente a la mujer, es decir, se puede sentir plena con sus hijos pero quizás necesite también la plenitud laboral o social y puede darse el lujo de tenerlas todas. Hay espacios en las escuelas y en las líneas intelectuales para las mujeres que no son esposas de, madres de o hijas de alguien con una trayectoria en especial, un puesto alto o un renombre significativo, si bien aún se necesita abrirse paso a codazos por la vía masculina que hablando a ciencia cierta aún domina nuestra sociedad. Hay realidades que han cambiado pero también fases, sentimientos y experiencias siguen igual desde hace mucho tiempo: cosas que es necesario vivir para entender y desarrollos que deben suceder y costumbres que permanecen arraigadas en culturas tercermundistas como la mía, y acaso en las primermundistas, sólo que no lo sé de primera mano.

Ya en los años cincuentas, Simone de Beauvior publica un par de libros en los que habla del desarrollo y la conversión del ser infantil asexuado a la niña y luego a la “mujer”, pasando de un dueño a otro (padre a esposo) y de un sentimiento a otro, y de una etapa a otra, y de susto en susto. Beauvior ejemplifica con casos clínicos algunas de las experiencias más importantes en la vida de una mujer, con hechos que parecen exagerados y enfermos pero que, al escuchar las experiencias de otras mujeres, son comunes y siguen actuales a la fecha; aunque se ha perdido un poco la vergüenza que traían consigo las vivencias como la menarca, el conocimiento de la procreación y las primeras sensaciones de placer; así como el primer enamoramiento y lo que ello conlleva.


La primera situación de la que hablamos, la menarca, merece mención especial porque al haber sido comentada con otras compañeras me queda claro cómo se ha mantenido en nuestra cultura ese velo, esa falta de educación en cuanto al cuerpo, o quizás aún no se encuentra una manera correcta de explicar una situación que en algunos casos llega a suceder a edades muy tempranas. El silencio en torno al hecho del sangrado sigue ahí, igual que las invenciones, algunas muy elaboradas, en torno a ello. El matriarcado, encargado desde siempre de la educación de la mujer, ha mantenido la sombra sobre el tema y en algunos casos, sólo en algunos casos, es la escuela la que acaba con las dudas de la joven, pero exponiéndose a algún trastorno o bochorno muy grande.

Las diferencias que se marcan en el texto sobre el hombre y la mujer siguen también muy actuales. La forma de educación, la adoración al falo y su sinónimo con el “orgullo”, las diferencias entre EL amante y LA amante, la exclusión que se hace de la mujer independiente y la diferencia de oportunidades profesionales (aún se prefiere contratar a un hombre por sobre una mujer, aunque a veces una mujer es la mejor opción porque se le pagará menos).



Puede que sea cierta la afirmación de Freud, puede que la mujer envidie al pene y desee castrarlo, pero es porque no se le ha permitido desarrollarse igual que él. A la mujer se le ha negado la opción de enorgullecerse de su vagina así como el hombre lo hace de su pene, se le ha negado la opción de tener una educación intelectual desde joven al igual que al hombre se le ha negado recibir las caricias de aliento que a veces necesita; a la mujer se le ha obligado a llorar mientras al hombre se le prohíbe. La sociedad con sus imposiciones es la que ha arrojado la primera piedra estando llena de culpa y es la sociedad y sus reglas las que han separado los sexos y han permitido una guerra por la superioridad-igualdad-tolerancia-quiénsabequé que continúa hasta la actualidad y que no permite el desarrollo emocional o intelectual completo entre hombre y mujeres. Entre otras cosas, por esto debe ser muy lucrativo ser psicólogo en estos días.

Regresando a la pregunta inicial: ¿Qué hace a una mujer ser una mujer? Creo que podría responder: La mujer es mujer porque no es hombre. Y más de una dirá al respecto: ¡Qué lástima!

¡George Sand los saluda, bitches!






=)

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