Por
Casandra Ruiz
Es
muy interesante como Sontag toma este ensayo y lo va encaminando desde la prehistoria
con el arte primitivo visto como instrumento ritual, que lleva a su evolución
en Grecia con la famosa mímesis (imitación de la realidad), seguidamente nos
ofrece la propuesta de Platón –con sus ideas de la inutilidad del arte y su
reafirmación de verla como algo NO verdadero–, y agregando la idea de
Aristóteles de que el arte es medicinalmente útil, como en los momentos
catárticos del teatro. Después de tan bello panorama monográfico Sontag rompe
con todo y afirma que, hasta el momento de la enunciación del ensayo, la
crítica del arte no ha traspasado realmente esos antiguos pensamientos griegos.
Llegados a este punto me atrevo a afirmar que ni siquiera ahora, a casi
cincuenta años de que Susan Sontag opinara así, se ha logrado traspasar este
principio de mímesis en el arte, tan es así que en las experiencias educativas
que tienen que ver con teatro y artes vanguardistas se comienza por revisar este
principio pero nunca se llega a uno nuevo, las nuevas técnicas están veladas y
no parecen firmes, no así el pilar griego que se mantiene allí desde la
antigüedad clásica.
Volviendo
al ensayo, es después de que esta realidad es desvelada que la autora dice cómo
esta defensa del arte, a la que estamos sometidos desde que la antigüedad
griega, que nos conmina a justificarlo, es la que separa “forma” (lo accesorio)
de “contenido” (lo esencial).
Es
magistral la crítica que se hace de que aunque la mayoría de críticos haya
dejado de lado la idea de arte como
representación de la realidad exterior, y que ahora maneje un arte como expresión subjetiva, el
contenido siga en primer lugar como algo infranqueable y de suma importancia.
Es en este momento en el que se nos habla de la falta de inocencia, esa
inocencia que sólo existía antes de las teorías, esta falta de inocencia es la
que condena al hombre a siempre estar defendiendo el arte, a siempre buscar el
“qué dice”…
El
contenido permanece, según dice Sontag, porque se suele usar para enfrentar la
obra de arte, nos acercamos a ella buscando “interpretarla”, ver “qué dice”,
buscarle el “contenido” más allá de lo que la forma nos da.
Interpretación,
dice el ensayo, “es el acto consciente de la mente que ilustra un cierto
código, unas ciertas reglas de interpretación”.
Aplicado
al arte, la interpretación no es otra cosa que desarmar la obra en sus
elementos básicos y después… traducir… si, traducir, buscar un equivalente en
un lenguaje propio de otro discurso o –en la literatura se ve mucho– en el
mismo lenguaje.
El
ensayo transcurre con una explicación de cómo la interpretación se encuentra
entre nosotros desde la antigüedad clásica, y se expone cómo ésta supone una
discrepancia entre el significado evidente y las exigencias que los lectores
tienen. El lector (en este caso interprete), sin suprimir o reescribir el
texto, lo altera; sin admitir que lo hace y siempre sosteniendo que ese sentido
está presente en el texto. Desde este punto de vista se expresa que doctrinas
como las de Marx y Freud son teorías (pretextos) que conducen a la
interpretación, lo que lleva al irremediable pensamiento de que sin interpretación no hay significado y
que “comprender” no es más que
interpretar. Ahora, la interpretación no debe considerarse un valor
absoluto, Sontag aclara que la misma
interpretación debe ser evaluada en determinada concepción o contexto.
Marx & Freud say Hi!
En
su momento, Susan Sontag declaró que su actualidad reflejaba interpretaciones
reaccionarias y asfixiantes. Yo pienso que hoy si la interpretación no es
reaccionaria no existe, no se toma en cuenta. En este mundo en el que estamos
inmersos la cultura de masas es la que manda, incluso en el arte, y esto se observa
en cómo los mismos críticos buscan hacer afirmaciones alarmistas o amarillistas
para que sobresalga tal o cual objeto designado. Ya sólo hay que aprenderse el
discurso y hasta una caja de zapatos puede ser una obra de arte.
El
verdadero arte, dice la autora, es el que rompe nuestro esquema y nos pone
nerviosos, pero con la interpretación aplacamos los nervios y le damos un
sentido a la obra, “domesticamos” el objeto artístico.
Son
varios los métodos que el arte ha utilizado para evadir esa interpretación, esa
búsqueda de contenido. Susan Sontag nos da el recuento de algunos en su ensayo:
la pintura abstracta, el pop art y la poesía moderna (en específico la poesía
simbolista francesa). El primer caso es un claro plan para huir de la
interpretación, el segundo intenta mostrar un contenido tan claro (o estridente
como nos dice el texto) que quede expuesto que eso es lo que es; la poesía
tiene elementos como los silencios, que permiten un alejamiento del contenido y
una reflexión sobre la forma.
En
esta búsqueda por un arte claro y directo que permita ver qué es lo que es, sin
la necesidad de buscar interpretaciones, Susan encuentra el cine, donde cree
ver esta limpieza que niegue la interpretación y lo asocia a la novedad del
cine como arte. Pues bien, el cine como arte ya no es una novedad y una de las
cosas que han permitido la expansión del cine es precisamente esta pluralidad
de interpretaciones que logra con, por ejemplo, una misma escena desde
diferentes perspectivas. El cine invita a la interpretación tanto como cualquier
obra de arte.
El
valor más alto en la actualidad es la transparencia (ver las cosas como son),
pero para eso se debe recuperar la sensorialidad, debemos reaprender a utilizar
nuestros sentidos para poder ver “en detalle” al objeto.
En
fin, que es imposible dejar de lado la interpretación, como bien nos dijo ya
Sontag, por la carencia de esa inocencia que se ha perdido con la historia; en
cambio, se puede evitar caer en interpretaciones licenciosas simplemente
poniendo una atención equivalente tanto al contenido como a la forma y así
apostar por una experiencia estética que nos lleve a la llamada “erótica del
arte”.
Algunas personas sienten la lluvia, otros sólo se mojan
=)
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