Como seres "racionales" que somos, el entendimiento brinda una escalera al agujero negro en el que nos mantiene la ignorancia, el miedo, que en este contexto incluso pueden manejarse como sinónimos. Pero el miedo puede provocar dos tipos de reacciones, en las que se pueden dividir los seres humanos. Están los que se paralizan tanto que apenas si respiran, y poco a poco se vuelven esclavos del temor. Los otros, los que esperamos que sean mayoría, son a quienes el miedo los hace correr, avanzar, buscar cómo detener ese pánico que nos invade por culpa de lo ignoto y así, encontrar el conocimiento.

23/9/13

Comentando la novela El síndrome de Ulises de Santiago Gamboa

El síndrome de Ulises
o
Debate crítico con un lector DEFINIDO

Casandra Ruiz Caro


Creo que lo más importante a la hora de escribir es pensar que algún lector necesitado espera con ansias ese texto. Comencé a escribir pensando en lo que quería leer. Si mantienes esa premisa, quieras o no, serás honesto.
Susan Sontag.


Cuando el crítico (o en este caso, el estudiante) se enfrenta a una obra del calibre de la que aquí se trata, es fácil querer abarcar todo y muy difícil lograrlo; sencillamente se trata de una obra vastísima ya no por el número de páginas (meras cien hojas) sino por el número de personajes, situaciones, lugares y temas que se desarrollan con un lenguaje más bien sencillo y dentro de una armazón que promete mucho al mostrarnos como protagonistas, al menos una vez, a los personajes que el narrador va encontrando y que van llevándolo a una suerte de crecimiento (o degradación) que culmina con lo cotidiano, con el fluir de una vida que tiene que seguir aunque personas “buenas”, con una enorme historia de vida, se quiten la vida.

Una obra como esta debe ser tratada parte por parte (al menos creo que eso debe hacer alguien que no tenga el conocimiento necesario que daría, por ejemplo, haber leído los demás trabajos novelísticos de Gamboa), y es por eso que aquí me centraré en uno de los elementos que más me interesó; cualquiera puede decir que los temas que saltan a la vista y que piden atención a gritos por su misma naturaleza son el sexo y la pobreza, sin embargo no voy a decir cómo se habla de la difícil vida de los inmigrantes y los exiliados y de todas las peripecias que deben inventar para mantenerse vivos en una ciudad que, siendo el prototipo de la ciudad romance y de la luz del intelecto, parece sacada de las oscuras líneas que suelen describir la malhadada Whitechapel, por los tiempos en que Jack la recorría.

Hablemos pues de cómo Santiago Gamboa utiliza este texto para plasmar sus ideas e ideales literarios. Y no es que no haya tela de dónde cortar, pero es interesante advertir las opiniones literarias y cómo nos van guiando lentamente a través de asuntos que importan al estudioso de las letras.

Tengo lentes, ámenme, soy intelectual.

Primero mencionemos, desde luego, la escuela: La Sorbona (recordemos que la excusa del protagonista/narrador para estar en París es su doctorado), lugar en el que se discuten novelas con "un señor mayor, una mujer de aspecto psicótico y un joven árabe que parecía más perdido, más tímido y más desahuciado por la vida que el protagonista de Hambre de Knut Hamsun", y el profesor chileno con un ego y una forma de ser que lo acerca más a argentino de chiste mexicano. Los intercambios en este ambiente son pocos y de poca relevancia en comparación con los que sostiene con su amigo Salim (ese árabe tímido y etc. mencionado arriba). Hay varias anécdotas interesantes que ocurren entre Salim y el protagonista, pero sus charlas de café durante la celebración del Ramadán son simplemente exquisitas, en ellas se discuten varios temas, entre ellos el de cómo llegó a interesarse en la literatura gracias a Leopoldo Marechal y su novela Adán Buenosayres, de la que planea escribir un ensayo sobre el individuo y las urbes. El protagonista piensa, al conocer los deseos de Salim, que esa novela, así como el Huazipungo de Icaza o las Tradiciones Peruanas de Ricardo palma, no son textos que puedan salir fácilmente de sus fronteras. Gracias a estos guiños podemos percibir cómo considera el autor a la mayor parte de la literatura hispanoamericana, y se reafirma con una entrevista que le realizan en la edición web del diario Página 12, donde afirma: "Soy colombiano, pero no siento que tenga la obligatoriedad de que mi escritura esté arraigada en Colombia"[1], como sí lo estaba la literatura de, digamos, la primera mitad del siglo XX.

Otro personaje que desvela más pensamientos literarios gamboiescos es Khaïr-Eddine, un escritor marroquí que el protagonista conoce gracias a Salim. Mohammed Khaïr-Eddine es un bebedor empedernido (lo que demuestra apenas lo conocemos) pero muy inteligente y lúcido. Él guía la charla y la lleva por la alabanza a la gran literatura Americana (que califica de imaginativa y rica) hasta que recae en una suerte de definición de la literatura y que se puede ver en las siguientes líneas: "eso le pasa a todos los escritores, amigo, lo que hacen no existe, un libro es una sucesión de hojas impresas y la literatura es algo más, está contenida ahí pero no es eso y que se publique o no es irrelevante". Khaïr-Eddine también percibe el elemento político que suele rodear a la literatura hispanoamericana, pues se une al sueño socialista, a lo que el narrador responde que "la revolución latinoamericana es el realismo mágico de la izquierda europea" y, partiendo de esa aseveración, denuncia cómo muchos pseudoescritores se refugian en el "compromiso" político sin llegar a realizar escritos de verdadera calidad.


Uno más de los personajes literato-intelectuales que aparecen en El síndrome es Kadhim, el poeta. Con él descubrimos la simpatía que le guarda el narrador a Goytisolo y que se ha leído todos sus libros. También se detienen a hablar de la literatura de ideas (así la llaman) que realizan Borges, Lezama Lima y Georges Perec, entre otros. Y es conversando con Kadhim que llega una de las grandes verdades del mundo literario a nosotros, el hecho de que los escritores de prosa consiguen actividades bien remuneradas para poder vivir sin mucha dificultad y continuar escribiendo, y que, en cambio, los poetas no han logrado sostenerse con sus propios libros, no existe "un subgénero que podamos llamar «poesía comercial», como sí existe en las novelas", y señala que por ello el poeta debe ser "el último bastión de la estética literaria". Otro momento interesante en el que aparecen tanto Kadhim como Khaïr-Eddine es en el que Kadhim lee su poema tanto en francés como en árabe y el narrador descubre entonces las diferencias tonales y la espesa emoción que brota siempre de la lengua natal. Además se critica a los árabes que escriben para recrear el estereotipo árabe europeo, y se hace una pequeña comparación con los escritores latinoamericanos que escriben para los europeos, dándoles lo que quieren: exotismo y evasión. Un asunto más que se trata durante la presentación de sus poemas es el de la estética del exilio y cómo la lírica se utiliza para denunciarlo, una lírica del exilio que va ligada a una visión política, aunque con ese comentario se tomó un rumbo puramente político en la conversación.

Si Mohammed Khaïr-Eddine y Kadhim Yihad son importantes por su amplia cultura, sus charlas en cuanto a la lectura y a razones más filosóficas que ahora no tocaremos, no puedo dejar de mencionar a dos de los personajes más conocidos que aparecen en esta obra, uno de ellos es Juan Goytisolo (quién le fue presentado al narrador por Kadhim Yihad) y el otro Julio Ramón Ribeyro. Ellos permean la obra con sus propios trabajos leídos y releídos dentro de los muros de cada personaje inscrito en El síndrome...

En este texto de Santiago Gamboa se forma una suerte de mesa de debates entre lo que es o no la literatura y cómo o quién puede llamarse escritor y lo interesante es que anima al lector a adentrarse en ese mundo intelectual dando múltiples citas de títulos y autores, de temas y corrientes que pueden servir para atraer a la gente a la lectura que, tristemente, es una actividad que ya pocos realizan, y ni hablar de escribir buenas historias que alienten al receptor y mantengan su atención como lo es El síndrome de Ulises.

Ir al baño o seguir leyendo, esa es la cuestión.

Pero, además de que atrapa al lector, el texto exige un conocimiento amplio del mundo literario, exige una competencia suficiente que pueda hacerle frente al torrente de información al que se nos da acceso y es entonces cuando descubrimos que su lector ideal es uno que tenga tanto conocimiento como él, pero también nos damos cuenta de que en un mundo en el que la simultaneidad ha llegado a hacer mella, es casi imposible que sea un adulto joven el que se adentre completamente en la obra; irremediablemente faltaran lecturas y conocimiento de mundo… pero siempre hay algo que hacer, y es por eso que mencionaba líneas arriba cómo la novela sirve también como una invitación y una guía de lecturas. Así que replanteemos la propuesta: el lector ideal no es aquél que tenga tanto conocimiento como el autor, es aquél que tenga el deseo, la iniciativa de tomar lo que Gamboa ofrece como novelas y autores al azar pero que sirven para llegar a ese punto en el que se pueda disfrutar de El síndrome de Ulises con todo el bagaje necesario.

¿Cómo podría hablar de otra cosa cuando el tema literario es tan obvio? Además de que abarca toda la novela (incluso durante el sexo se ha hablado de literatura en ese París de nieblas), de hecho la palabra libro se encuentra en el texto diecisiete veces más que la palabra amor, y la palabra literatura duplica las apariciones de la palabra sexo. Los números son, desde luego, vagos y no tienen incidencia real en  la cantidad y calidad de un asunto que se maneje, pero lo cierto es que el tema literario, junto con el tema sexual y el de la pobreza son los hilos principales que guían el discurso de Gamboa llevándonos por este mar de tensión, preocupación y tristeza que son los elementos principales del verdadero síndrome de Ulises.

No lloro por la novela, lloro porque se me acabó el dinero y no me dejan sacarlo de la biblioteca.






=) 


FUENTES

·         Gamboa, Santiago. El síndrome de Ulises. Bogotá: Seix Barral, 2005.
·         Friera, Silvina. «http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-1081-2005-11-21.html». Diario Página 12. Consultado el 27 de noviembre de 2010.




[1] Friera, Silvina. «http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-1081-2005-11-21.html». Diario Página 12. Consultado el 27 de noviembre de 2010.

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