Casandra Ruiz Caro
Condenar la televisión sería tan ridículo como
excomulgar la electricidad o la teoría de la gravedad.
Federico
Fellini
El problema es que la televisión amalgame y
convierta en papilla informe la realidad, la ficción, lo fundamental, lo
secundario, el divertimento y la reflexión.
Jean
Renoir
“¡Que pase
el desgraciado!”
¿Quién, en la
actualidad, no conoce estas palabras? ¿Quién no ha escuchado hablar de Laura
Bozzo o de Rocío Sánchez Azuara y sus programas en vivo? ¿Quién nunca vio un
programa de Niurka y su horrible forma de llevar un show televisivo? Pues bien,
el que haya dicho “Yo” al responder alguna de estas preguntas cuasi existenciales es alguien que ha
escapado del mundo en los últimos años, o al menos de la llamada “caja tonta”.
La verdad es que la forma de vida actual no podría funcionar de la misma manera
sin la tecnología, que incluye las televisiones (ya viejas desde este punto de
vista). Desde su aparición, la televisión se ha vuelto el mass media por antonomasia y es la que permite que miles y miles de
horas de programación lleguen a todas las casas. Y es que hay que ver que
actualmente las familias pueden no tener que comer, pero seguramente tendrán al
menos una televisión en sus casas. Como medio masivo por excelencia, la
televisión forma a los jóvenes que la ven y “educa”, para bien o para mal, a la
mayoría de quienes la observan puesto que, los televidentes, no hacen una
lectura crítica y objetiva de los programas que muchas veces rayan en la
exageración y el ridículo o que juegan con los estereotipos, como las
telenovelas. Es en este ambiente de ansiedad televisiva que aparecen los
llamados talk shows o programas de
entrevistas, que comenzaron, desde luego, en nuestro vecino del norte.
Remontémonos ahora
a los años sesenta: en los Estados Unidos de Norteamérica dos Kennedys de alto
rango son asesinados; la Unión Soviética lanza al primer hombre al espacio; se
construye el muro de Berlín; los Beatles nacen y llegan al culmen de su fama;
tiene lugar la guerra de Vietnam; mueren Malcolm X y Martin Luther King;
asesinan al Che Guevara; levantamientos estudiantiles alrededor del mundo;
matanza de Tlatelolco; y se llega a la luna mientras Woodstock pone al mundo a
bailar. Y en la televisión, además de verse el alunizaje, se presenta El
show de Phil Donahue, ahora
llamado El show del Dr. Phil, este programa comienza con un nuevo estilo
que consiste en compartir información “interesante” e “inteligente” y en
cuestionar y ventilar cuestiones populares diversas. En los años sesenta y
ochenta estas tendencias se desplazan hacia las confesiones de celebridades y
la destrucción de tabúes; ya en los noventa se decantan por revelar secretos de
otras personas y hacer denuncias ciudadanas. Todas estas formas siguen vigentes
a la fecha pero en programas de diferente índole, hay programas especializados
en los secretos de la farándula, hay otros que comparten información sobre el
cuidado de los hijos y la salud; y también están los programas que buscan
desentrañar casos de maltrato social de formas claramente exageradas y
populistas. Estos últimos son, por cierto, los más populares en nuestro México.
En 1997, en Perú, surge un programa de 60 minutos
llamado Intimidades, que mostraba diversas temáticas sociales como el
alcoholismo, la violencia intrafamiliar, el adulterio y la drogadicción. Claro,
denominando seriamente sus capítulos con títulos como: Mi papá me vende por
drogas, o Por culpa de mi hijo perdí a mi hombre. Este programa, si,
fue el primero en lanzar como conductora a la ahora famosa Laura Bozzo. Su
programa duró poco y dio paso al famoso Laura en América que de pronto
llegó a un éxito increíble en su país y que poco tiempo después llegó al
nuestro. Antes el show de moda era Cristina pero ahora había llegado Laura con
sus temas escandalosos que la llevaron a estar en uno de los programas más
vistos del 2000. Después de Laura llegó el primer programa de esta índole
completamente mexicano, Cosas de la vida, con Rocío Sánchez Azuara a la
cabeza y, para variar, con temas escandalosos como: Por culpa de mi madre
soy una maldita, o Mamá, perdóname, aquí está tu nieto; programa que
sigue al aire en la televisora del Ajusco.
Ahora, lo extraño en este caso es cuando se habla de
“educación” (como lo hice en el primer párrafo), sosteniendo que este tipo de
programas puede ser de utilidad a causa de un déficit de una adecuada
instrucción moral en el hogar. Como dice en el ensayo La TV como educación
moral para el ciudadano democrático de Antonio Linde Navas, catedrático y
doctor en filosofía de la universidad de Málaga, los shows televisivos, como
los talk shows, deberían ayudar realmente puesto que
[…] los dilemas exponen a los
participantes al contraste de sus opiniones y argumentos. Enriquecen la
experiencia social de los sujetos, el trabajo y el trato dentro del grupo de
discusión. Se trata de un instrumento que contribuye a la educación de la
ciudadanía para afrontar críticamente los conflictos morales que se presentan
en las sociedades abiertas y pluralistas.
Releyendo bien estas declaraciones del filósofo español,
pienso que los shows que transmiten en su país tendrían que ser totalmente
diferentes a los que se ven en México, pero incluso él debe aceptar que esa
clase de espectáculos acaban convirtiéndose en “pura bronca barriobajera”. No
puedo creer que los dilemas expuestos en los talk shows sean de algún valor importante o que al mostrar en
público los secretos e intimidades de las personas se llegue a entender
verdaderamente el conflicto moral que hay detrás de la sociedad mexicana. En
cambio pienso que la moralina barata que se ofrece en estos programas
televisivos no ayuda más que a dar por cumplidas algunas de las diez
estrategias de manipulación mediática que tan bien enumera Chomsky, empezando
por la estrategia de la distracción, que consiste en desviar
la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos
por las elites políticas y económicas, mediante la técnica de inundar de
continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la
distracción es indispensable para
impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales en la vida
política, tecnológica y científica, ya no digamos del mundo, simplemente de la
propia comunidad. También encontramos que esta moralina barata apela a utilizar
mucho más el aspecto emocional que el aspecto crítico-reflexivo; así, obviando
el análisis racional se abren las puertas al inconsciente para plantar semillas
de ideas, miedos, temores, o hasta para asentar comportamientos.
No doña Carmelita, casi pero todavía no.
Así, diría que en la televisión, y sobre todo
en este tipo de programas televisivos, lo que hay, más que una “educación”, es
una inducción. Se induce a las personas a entender, desde el punto de vista de
la televisora, lo que está bien y lo que está mal. Allí lo más importante es
aprovechar los recursos que se tienen para hacer a los televidentes víctimas de
la mediocridad, hacer que se respete una
autoridad que a veces ellos mismos no respetan, que no seas competencia para los
negocios que ellos manejan y que se mantengan esperando, esperando y gastando
su tiempo observando un programa y pensando que así como se resuelve el
problema de la persona en cuestión se podrían resolver sus propios problemas,
con las soluciones llegando como caídas del cielo. Por supuesto, este tiempo
que se gasta en darle raiting a
TVAzteca, Televisa, UniCable o cualquier otra televisora, se podría utilizar en
hacer algo emprendedor, crear una empresa, buscar trabajo, o al menos pasar
tiempo de calidad con la familia. Estos programas sólo dan paliativos a las
personas que se presentan en ellos y con eso pretender que se curan todos los
males del país como la miseria, las drogas, el secuestro, la violencia
intrafamiliar, etc. El aspecto emocional corta con la realidad y evita que se vean
claramente los intereses que se encuentran detrás de estos programas y que
definitivamente no permitirían que hubiese una educación, como tal, dentro de
la televisión, ya que se busca hacer que el público sea incapaz de comprender
las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. La
educación de las clases sociales bajas tiende a ser de la peor calidad, muy
pobre y mediocre para que así se haga más grande la brecha entre pobres y
poderosos para poder seguir manipulándolos. Teniendo a la gente apen**jada
frente a esos programas que prometen ayudar a la clase más necesitada se evita
que éstos exijan sus derechos y cada vez se crean más de estos talk shows en vez de que se haga un
programa de gobierno justo y que permita buenas remuneraciones para no
simplemente sobrevivir, sino tener una vida.
Decía Groucho Marx que la televisión era muy
educativa, cada vez que alguien la encendía él se iba a otro cuarto y abría un
libro. Al final la decisión de ver un talk show es del televidente, pero sería
interesante que lo hiciera cuestionándose todo cuanto viera, eso le permitiría
una lectura crítica y correcta de la información que se le ofrece y así al
menos ejercitaría esa habilidad y podría decir realmente a qué persona se
refiere Laura cuando dice: ¡Que pase el desgraciado!
Bitch please! No puede haber más como yo, sólo yo.
=)
FUENTES:
- Linde Navas, Antonio. "La TV como medio de educación moral para la
ciudadanía democrática". Comunicar31
(2008).
- Talk Show. 2011. Consultado: 14 de mayo de
2011 <http://es.wikipedia.org/wiki/Talk_show>.
- “Mamá, perdóname, aquí está tu nieto".
Presentadora: Rocío
Sánchez Azuara. Cosas
de la vida. TVAzteca, México D.F., 13 de mayo de
2011.
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