- Un santo más-
En el estante frente al que estaba
había más figuras que en toda la iglesia, santos de todos los colores y
sabores, y el nuevo… San Norberto; yo a ese lo conocía, así que fui al
calendario y lo encontré, justo bajo mi fecha de cumpleaños. Hoy era mi
cumpleaños. Parecía que mi familia no lo había olvidado. Pero…
- ¿Y
si sólo es coincidencia?, ¿y si lo
compraron por alguna otra razón?-
Mi mente se lleno del resentimiento que
tenia hacia Él, aquél que me ahogaba en las tardes suplicios con tanto humo de
veladoras que se encendían en su honor, con ese olor a iglesia y santidad que
llenaba mi casa.
En momentos como ese extrañaba a mi
padre. Fue un hombre bueno, no era ateo pero no se la pasaba en la iglesia. Aún
pienso mucho en él. Sufrió graves heridas que se hacía sin querer cuando le
venían esos fieros ataques como de epilepsia, desgraciadamente siempre le
llegaban cuando sostenía algo filoso. Murió dos semanas después de que le empezaran,
se atravesó algo en las costillas, un enorme tubo. Fue desagradable y muy
triste.
Lo que ocurrió después fue aún más
triste. Mi familia se había hundido en la desesperación y su único refugio fue
la iglesia con sus santos y sus milagros.
Tome la figurilla de San Norberto,
era como los otros, simplemente otra imagen de barro. Me molesté, acaso yo
también era solo una imagen de barro, algo que puedes formar de un poco de lodo
para que se quede estático hasta el final.
Me encontré pensando en el día que mi
padre murió: el final.
Mi padre yacía junto al teléfono, y
mi hermana estaba en una esquina temblando. Es todo, así es la memoria, viene y
va. Creo que me acerqué, sí, hasta ver sus ojos, parecía que me observasen con
tristeza, con compasión.
- Ya llegué- la voz de mi hermana resonó en toda la casa.
Recordé que no debía estar allí y
cerré los ojos esperando que no entrara. Contuve la respiración y solté el aire
cuando escuché una puerta abrirse, Miriam se había metido a su cuarto.
Me sentí aliviado, hasta que sentí
entre mis manos esa maldita figura.
- ¡Beto!
- Di la media vuelta, mi hermana estaba allí, observándome.
Yo esperaba que dijera algo, pero pasó
junto a mí y se hinco en el reclinatorio que frente a la mesa.
- ¡Que gran estupidez!- mi boca se aflojo y hablé sin pensar.
Supongo que esa fue la gota que derramo el vaso, ella estallo frente a mí.
- Ten mas respeto. – Soltó
unos sollozos y más calmada me dijo –
Por tu culpa no me escucharan y no harán más milagros.-
- ¿Milagros? – pregunté divertido - ¿Ellos te han hecho algún
milagro?
Iba a empezar a reírme cuando sentí
un fuerte ardor en mi mejilla.
- Claro que los realizan. ¿Cómo puedes hablar así cuando no
sabes nada?, ni siquiera recuerdas ese día. Mi padre… entraste a la casa y lo encontraste
muerto, muerto porque aún recuerdo lo frío que estaba;... pero de pronto, se
movió, para verte y despedirse, si eso no es un milagro, explícame que es-.
Mis lágrimas fluyeron sin impedimento.
- ¿Por qué no intentas pedir uno?- me dijo ella como el ángel
de paz que era.
Levante a San Norberto a la altura de
mi rostro, y no muy convencido dije:
- Si puedes realizar milagros, entonces vuelca el vaso que esta sobre la mesa-.
Espere, nada ocurrió y enfurecido dije al tiempo que
lo arrojaba al suelo.
- Parece que nada ocurrió hermanita, ¿y que tal si todo en lo
que has confiado hasta ahora es falso?-
La figura cayó al suelo degollándose
y el cuerpo rebotó en la mesa haciendo que el vaso se volcara. Ella miro al vaso antes de caminar a la
salida y decirme:
- ¿Y qué tal si no?
No pensé en nada, recorrí con la
mirada el cuarto hasta dar con la cabeza de la figurilla, ahora reconocía esa
mirada en el trozo de barro, no era otra que la de mi padre...
=O
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