Como seres "racionales" que somos, el entendimiento brinda una escalera al agujero negro en el que nos mantiene la ignorancia, el miedo, que en este contexto incluso pueden manejarse como sinónimos. Pero el miedo puede provocar dos tipos de reacciones, en las que se pueden dividir los seres humanos. Están los que se paralizan tanto que apenas si respiran, y poco a poco se vuelven esclavos del temor. Los otros, los que esperamos que sean mayoría, son a quienes el miedo los hace correr, avanzar, buscar cómo detener ese pánico que nos invade por culpa de lo ignoto y así, encontrar el conocimiento.

15/4/14

Sobre el artista plástico Milburgo Treviño y la Escuela Mexicana de Pintura

UNA OBRA MUY MEXICANA
LA E.M.P. SIEMPRE PRESENTE
Casandra Ruiz Caro







El hombre es apenas la mitad de sí mismo;
la otra mitad es su expresión.
Anónimo.







De un tiempo a la fecha, muchos artistas de la región se han decidido por una escuela más bien abstracta para expresarse, sobre todo en el Puerto de Veracruz. Usan esta técnica para expresarse a sí mismos y sus necesidades de una manera más formal, una manera que permita moldear aspectos diversos de la pintura en sí, sin que por ello tengan que concentrarse en algún aspecto figurativo. No así Milburgo Treviño Chávez, quién desde hace más de cincuenta años se ha decantado por un arte figurativo que está tremendamente influenciado por la Escuela Mexicana de Pintura y por el grabador José Guadalupe Posada.

Uno de los cuadros más famosos y grandes de Milburgo es el dedicado a Herón Proal. Este cuadro de 2 x 1.7 metros es ya un clásico, terminado en 1986.


Imagen 1: Treviño Chávez, Milburgo. Pintura dedicada a Herón Proal. Óleo sobre lienzo. 1986. Colección Fam. Ruiz Caro.

La obra de Milburgo ya ha dado vueltas por el mundo, dígase en la Galería de Arte Moderno en Colorado, Texas (1960), en la Tercera bienal de La Habana ‘89 y en la Europalia 93 de Bruselas, Bélgica, además de haber participado en la realización de un altar de muertos en Arequipa, Holanda, en 1996; aunque él mismo nos dice que su más interesante proyecto ha sido exponer en la Escuela Nacional de las Artes Plásticas de San Carlos en 1967, pues es el lugar donde estudiaron los grandes, incluyendo el que fue su maestro por algún tiempo, David Alfaro Siqueiros. Como este personaje, Milburgo también probó suerte con los murales, siendo asistente de tres murales realizados en la ciudad y puerto de Veracruz, dos de mosaicos y uno al fresco.

Durante sus primeros años, Milburgo muestra una obra clásica, con figuras concretas y una paleta más bien impresionista, como en su obra Patitos, de 1955, o Junto al mar, que ronda la misma época.

Imagen 2: Treviño Chávez, Milburgo. Patitos. Óleo sobre lienzo. 1955. Colección particular del autor.

Imagen 3: Treviño Chávez, Milburgo. Junto al mar. Óleo sobre lienzo. 1955. Colección particular del autor.

Posteriormente fue delineando su propio estilo, líneas sencillas y las meras insinuaciones de los rostros, como en el Códice Milbugo, dónde ya muestra su clásica paleta de colores vibrantes y, como él dice, “muy veracruzanos”.

Pero antes de que el códice fuera pensado, en 1986, tenemos el principio, una pintura donde ya muestra algunos de sus futuros rasgos. La Pintura dedicada a Herón Proal, que descansa en la casa/taller del artista.

Digo que es un justo seguidor de la Escuela Mexicana de Pintura porque su paleta en este cuadro en particular es muy parecida a la de los grandes. Sus rostros tienen la intención de parecerse a los del muy admirado Diego Rivera.

Imagen 4: Rivera, Diego.

Los rostros de la Pintura dedicada… son de gente pobre pero comprometida con los ideales de Proal. No en vano se muestra la siguiente dedicatoria al costado inferior derecho del cuadro:

El año de 1922. Recuerdo de el
compañero Herón Proal y los
inquilinos, íntimos amiguitos de él y malagradecidos
después de todos los sacrificios que él hizo por ellos.

El autor nos cuenta que cuando era chico tuvo el placer de conocer al dirigente, que le causó tal impresión que años después la culminaría en esta pintura.

Los colores que utiliza en las ropas de los personajes del cuadro son sencillos, claros, como aquellos que se necesitan para resistir los calurosos días veracruzanos. Amarillos, blancos, rosas muy suaves de los niños y jóvenes, contrastan con el color que algunas mujeres más recatadas llevan, sobre todo hacia el lado derecho de la obra, en donde una mujer joven con un vestido rosa oscuro cierra la composición. Atrás, al centro, alguien sostiene la bandera de México, mientras que a la izquierda y a la derecha se vislumbran las banderas de huelga rojinegras.

Herón Proal yace al centro de la imagen, aunque recargado un poco a la derecha, lleva sendas gafas de sol y pantalón y camisa blancos; una mujer detrás de él está poniendo el sombrero en su cabeza y en sus piernas descansan dos pequeñas niñas a las que ha dado el honor de estar junto a su héroe. La del lado derecho es Claudia, una pequeña que era vecina en el patio de vecindad donde vivía el maestro Milburgo, la otra es su ahijada Casandra (yoyito) cuando aún era un bebé. Estas pequeñas llegaron a ser tan importantes en su vida como lo sería el recuerdo de Herón y decidió plasmarlos a todos juntos.

También aprovecharía para meter en su pintura a otros personajes allegados a su vida, como lo es la madre de Casandra, a quién retrato con un vestido lila y de pie hacia la derecha de la pintura, y también al padre, quién se observa al fondo como un hombre sonrosado y de gran bigote. Además de su gran amigo, el llamado Chon Patraca, que entra al fondo a la izquierda de la pintura, hombre moreno y muy sonriente.

Las líneas son simples, aunque de trazo seguro, y resalta la mezcla de colores claros con otros más bien sobrios. Igual que en el movimiento, la pintura tiene hombres, mujeres y niños de toda raza o color y esto le da un rico distintivo, valga poner atención también a la anciana del lado izquierdo que, soportando el calor, está en la lucha junto con Herón.

Es interesante que la mayoría de los personajes que maneja sean femeninos, pues eso lo hará a lo largo de su obra y con pocas excepciones, como en Bañistas y el famoso Festín en Los pinos.

Imagen 5: Treviño Chávez, Milburgo. Bañistas. Óleo sobre fibracel. Colección particular del autor.

Imagen 6: Treviño Chavez, Milburgo. Festín en Los pinos. Temple al huevo sobre lienzo. 1996. Colección particular del autor.

Una de las características de la Escuela Mexicana es expresar a través de imágenes realistas las luchas o los acontecimientos importantes para México, esto es justamente lo que hace Milburgo, expresa la lucha de Proal, aunque en un momento de calma, un momento de una manifestación social que llevó a la creación de una organización con ese mismo nombre: Herón Proal.

El uso de símbolos nacionales también es clásico de la pintura mexicana, y vale la pena recalcar la bandera mexicana que muestra sus colores al fondo de la composición.

Además, por boca propia nos dice sus intereses: “Como artista, lo que me interesaría es dejar testimonio plástico de la cultura veracruzana pues a pesar de que en mi localidad habemos muchos pintores, soy el único en avocarme a esta tarea”.

En la revista Expresión Plástica, 35 artistas en Veracruz; publicada por el Instituto Veracruzano de Cultura y el Gobierno del Estado de Veracruz, observamos:

También dice Felipe Ehrenberg que Milburgo Treviño es el pintor de la luz jarocha. Estamos de acuerdo, pero agregamos que es el pintor de la luz cuando el sol está en el cenit. Y es que el artista logra captar el deslumbramiento que logra dicha luz no sólo en la mirada intrépida, sino en el mundo.

Este sentimiento realista del que dota a sus pinturas también permea a sus escritos, cuentos que más bien suenan a mini crónicas que realzan su contenido al ser contadas con la maestría de Milburgo Treviño Chávez. Como ejemplo tenemos el siguiente texto:

AUNQUE SEA A ÉSTE PELÓN ME LLEVO
Milburgo Treviño

Hoy me desperté muy temprano, se podía respirar el aire fresco después de la lluvia nocturna, los carros de pasaje aún no se acababan de lavar y escurría el lodo opacando la imagen de los pasajeros que seguramente aún iban saboreando la baba de toda la noche.
Uno que otro con un aliento alcohólico tan fuerte que el chofer los mandaba hasta los asientos de atrás, porque estando cerca del motor capaz que se incendian; una jovencita que según sus padres iba a la escuela pidió la parada y de una manera sigilosa se metió a un hotelucho de paso, pues entre las sombras de la entrada la esperaba seguramente su novio, que decepción, seguramente a esa hora comenzaba su clase de anatomía. Pero volviendo al camión, el chofer refunfuñaba el haberse tenido que levantar a las cinco de la mañana y salir como la mocha para tomar la ruta, pero se consolaba porque no llevaba dinero para dar el cambio a los pasajeros diciéndoles que cuando se bajaran les daría su cambio, cosa que aprovechaba para quedárselo, pues sabía que a los pasajeros adormitados se les olvidaría y es ganancia de pescadores.
De pronto tuvo que frenar como Dios le dio a entender ya que un ciclista se le atravesó. Los pasajeros casi salieron volando, unos echando madres, otros dando gracias a Dios por no haber sufrido ningún daño, pero sí despertaron de su aturdimiento. Uno de los niños comenzó a llorar, no faltó quien dijera: "¡Callen a ese chamaco chillón!", otro gritó que le dieran su pellejo; el chofer prendió la radio a todo volumen, el locutor anunciaba el último número de Los Tigres del Norte. Cuando el autobús llego al mercado comenzaron a bajar poco a poco. Una señora todavía iba rezando La magnífica, pues como no se la sabia completa repetía nada más la primera estrofa: "...santifica mi alma señor...". Ya pasaban cerca de dos horas desde que el chofer había arrancado el carro cuando sintió un calor muy fuerte que emanaba del motor. Una llama indicó que pronto el carro ardería. El hombre recopiló el poco dinero que llevaba y salió como alma que lleva el diablo dejando a los pasajeros que se las arreglaran como pudieran. El griterío llamó la atención de las personas que por ahí andaban y empezaron a mover baldes de agua y tierra. Los pasajeros ya habían abandonado el camión mientras el chofer corría despavorido con su bolsita de dinero.
Como en esta mi ciudad todo se toma a la ligera, una hora después llegó el carro de bomberos, a las dos horas llego la Cruz Roja, a las tres horas llego la Policía Municipal, que ni tardos ni perezosos levantaron al primer pendejo que pasaba por ahí acusándolo de haber sido el que provocó el incendio. El pobre protestó diciéndoles que no podía manejar porque tenía una pata de palo, pero igual lo golpearon hasta que confesó que era corredor de carreras de automóviles y por coraje, porque había perdido el gran premio mundial de automovilismo, había incendiado el camión; de lo que no se habían percatado los policías es que este pobre hombre tenía las manos tullidas por el reumatismo, pero como dice el cuento: Aunque sea a éste pelón me llevo.

FIN

Cuando Milburgo era pequeño, quedó prendado de una imagen del grabado de La Catrina, de José Guadalupe Posada, y desde entonces ha buscado el modo de hacer sus propias catrinas, pero es hace poco más de treinta años que comienza sus rubros también en la cartonería haciendo los altares de muertos que ahora lo caracterizan y que ya son obligados los días dos de noviembre en Veracruz.

Tiene esqueletos de muy variadas formas, algunos que se pueden comparar directamente con la famosa Catrina y otros que resaltan ese amor exacerbado que siente hacia su lugar de nacimiento, Veracruz.

Imagen 7: El autor Milburgo Treviño Chávez en su taller junto a su Catrina.

Imagen 8: El autor Milburgo Treviño Chávez en su taller junto a sus Jarochos.

Él siente un enorme compromiso social con Veracruz, un compromiso que queda de manifiesto con sus aseveraciones sobre cómo el Halloween ha venido mermando esta tradición antiquísima del día de muertos:

Nuestra tradición es muy distinta, nada tiene que ver con la norteamericana en donde los niños salen a pedir y si no les das te dan un susto. Para ellos es una fiesta de horror. Nosotros recibimos a nuestros difuntos para que gocen de nuestros sabores y olores, es otra sensibilidad distinta.

En noviembre del 2007 realizó su famoso altar en el World Trade Center de la ciudad y puerto de Veracruz, donde fue muy aclamado y en donde se ve claramente como utiliza a las calaveras para plasmar su “jarochismo”.

Imagen 9: Altar de muertos en el World Trade Center en Noviembre del 2007 por Milburgo Treviño Chávez.

Imagen 10: Altar de muertos en el World Trade Center en Noviembre del 2007 por Milburgo Treviño Chávez.





=)

Pueden encontrar el blog del artista AQUÍ.

1 comentario:

  1. I love your pictures! We celebrate Dia de los Muertos and do a children's altar in Murphys, California and are inspired by your work!

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