¡Epa! Antes de empezar quisiera dedicar este breve cuento a mi amiga Grisel y a sus compañeros y escuchas de Despertando Consciencias Mundiales. No he podido estar en contacto pero ayer y hoy me puse a escuchar las grabaciones (ya me puse al corriente). Tengo atravesados algunos problemas pero con suerte pronto eso quede atrás. ¡Saludos a todos y gracias a quien sea que me lea, muchas gracias!
LA DAMA
Casandra
Ruiz
Su
rostro parecía cincelado en piedra; detenido para siempre en ese gesto extraño
que mostraba sin reservas al pasar. El lugar se había vaciado rápidamente, a excepción
de algunos que salían a trochemoche en cuanto veían la oportunidad. Ella
caminaba sin verlos ni escucharlos. Iba derecho. Lenta y acompasadamente hacia
el frente. En su mente escuchaba los ecos del pasado. Vibraciones fatigadas que
herían, indiferentes, sus oídos. Las lágrimas que alguna vez escaparon de sus
ojos se habían cristalizado en las mejillas. El viento nocturno movía
caprichosamente su largo cabello negro. Unos curiosos, envalentonados por la
bebida, la observaban boquiabiertos desde una azotea cercana. Ella no daba
importancia a nada. Se embebía en el ayer, se sujetaba a él como si sólo así
pudiera probarse a sí misma su existencia. Su permanencia.
Había
pasado la noche buscando. Nunca había entendido qué, pero sabía que su misión
era buscar. Buscar y no detenerse hasta encontrar. Era la única que quedaba.
Sus hermanos hace tiempo que se habían marchado. Encontraron lo que buscaban y
lograron entrar por la gran puerta del instante. Ella no podía aún, pero algún
día…, algún día. Sus pupilas, que otrora observaban un espectro enorme de
colores, pinceladas mágicas sobre el gran lienzo de la vida, ahora sólo
encontraban soledad, obscuridad, nada. Sus pensamientos monocromos perseguían
algo que no acababa de entender. Los otros no importaban. Nunca habían
importado. Ya no eran de los suyos. Eran rostros hechos de otro barro; rostros
de allende el mar que habían acaparado las tierras de los dioses. Los otros ya
no entendían el milagro del maíz negro, amarillo, rojo, morado. Ya no entendían
nada. Los que aún sabían estaban lejos... y eran muy pocos.
Un
súbito golpe de furia la invadió. ¿Por qué tenía que soportar que la trataran
así sólo por no entenderla? ¿Por qué tendría que aceptar ese exilio al que la
enviaban cada noche? Ella jamás había transgredido. Sólo cumplía su misión y
todos la observaban con reproche y miedo. Y dejándose perder en sus ideas dio
vuelta, observó fijamente el rostro de los hombres sobre la casa. Aquellos
sintieron erizarse hasta el más recóndito vello escondido en sus jeans, pero no
se movieron hasta que escucharon eso. Eso salió de la nada. Las facciones de
ella no cambiaron pero dejó escapar un tremendo chillido, un grito que contenía
todo el desamparo y la desesperación que la llenaban cada noche en su búsqueda
sin fin.
Cuando dejó de bramar, los otros habían desaparecido. Estaba sola de nuevo y la
inyección de coraje dio paso a una espiral de tristeza. ¿Cuándo podría volver a
ver a los suyos? ¿Cuándo podría abrazar a sus hermanos? ¿Sería posible que
finalizara su búsqueda antes de que los otros destruyeran todo lo que quedaba?
Pobres hombres, mezcla divina y mundana, que no pueden entender lo que hacen.
Con
estos pensamientos la dama llegó a la orilla del mar. El viento golpeaba
fuertemente mientras los primeros rayos del sol aparecían sobre la playa. Metió
sus pies a esa agua siempre cambiante, pero que a la vez había estado allí
desde el principio de los tiempos. Como ella. De pronto algo chocó contra sus
faldas. Venía empujado por las olas. Otra cosa se unió a la primera. Bolsas,
latas, botellas. La mujer levantó la vista al sol que ahora inundaba la escena
y, ya sin ese extraño gesto, se observó una súplica triste en su bello rostro.
Una súplica al universo, una para los suyos, y una para los hombres que no
sabían que, al final, ellos mismos eran los culpables de sus propios actos. El
cielo se fue revelando en un azul clarísimo mientras ella se volvía humo,
tiempo, viento. Al final, en el hermoso y desierto paisaje, sólo se escuchó
un pequeño eco de eras lejanas: "¡Ay de mis hijos!"
=)
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