Como seres "racionales" que somos, el entendimiento brinda una escalera al agujero negro en el que nos mantiene la ignorancia, el miedo, que en este contexto incluso pueden manejarse como sinónimos. Pero el miedo puede provocar dos tipos de reacciones, en las que se pueden dividir los seres humanos. Están los que se paralizan tanto que apenas si respiran, y poco a poco se vuelven esclavos del temor. Los otros, los que esperamos que sean mayoría, son a quienes el miedo los hace correr, avanzar, buscar cómo detener ese pánico que nos invade por culpa de lo ignoto y así, encontrar el conocimiento.

13/5/16

Recomendación/Reseña de teatro: Desvenar, mole escénico

Desvenar, mole escénico, por Richard Viqueira
 Casandra Ruiz Caro

Para hablar de Desvenar primero hay que hacerlo de su creador. Richard Viqueira es un escritor y dramaturgo salido de los pasillos de la UNAM que ha ganado diversos premios, el Mejor Obra de Teatro de Búsqueda Héctor Azar, que otorga la Agrupación de Periodistas Teatrales, entre otros. Él dice que hacer teatro no es dejar la vida en el escenario, sino la propia muerte, y que es importante que los que estén en el escenario se jueguen algo más que las emociones. No es de sorprender que un hombre así sea el autor de una de las obras más interesantes que he visto en el año: Psico/Embutidos, carnicería teatral. En ella observamos una obra acabada, bien hecha, propositiva, redonda. Una presentación en donde los desnudos somos nosotros mientras que las arrugas y marcas visten a los actores.
Pues bien, ahora tuve la oportunidad de ir a ver Desvenar al Teatro La Caja de Xalapa. La obra se vende como una epopeya al chile y, en cierto sentido, lo es. Hace una reflexión acerca de todo (TODO) en nuestro país y la referencia al chile aparece por descontado, aunque a veces esa todología me parezca un poco diletante.
Richard Viqueira expone, propone y sufre en carne viva (y frente a nosotros) una historia de la mexicanidad por el chile, con el chile y ¡al chile! Separando la puesta en capítulos que intenta unir con la historia de un triángulo amoroso que explota en el capítulo dedicado a “El chile en el amor”. La historia, repleta de un humor repetitivo y casi cliché, aborda el tema del chile en lo social, lo histórico, lo botánico y el amor, entre otras.
El dramaturgo, así como a Psico/Embutidos, también le ha puesto apellidos a Desvenar, mole escénico; esto tiene su referencia en el capítulo histórico, donde los españoles llegan y se apoderan de todo, tanto del chile (al que ellos llaman ají) como del chocolate, ambas cosas muy de esta tierra. Entonces, para conservarlas, los mexicanos los mezclaron y crearon el mole, algo de lo que ya nadie podría apoderarse, a decir de la obra.
El propio Viqueira, junto con Valentina Garibay y Ángel Luna, aparecen en escena como la mexicana aguerrida, el pachuco, que sueña con su casa y se pasa la vida tocando canciones que se la recuerdan, y el cholo que sólo piensa en ya irse pal norte en la troca y pasar a las marquetas de verdad, no como las de acá. Se trata de la “Compañía Kraken Teatro”, con más de 10 años de trabajo ininterrumpido.
Me parece un intento muy loable de tratar el tema del chile, que sin duda es parte de nuestra identidad nacional; sin embargo, la obra no alcanza a tener el trabajo o redondez que se observa en otras. La conjunción entre lo erudito y lo popular es fehaciente y enlaza frases célebres dichas en spanglish con canciones muy conocidas salidas de la garganta y la guitarra del pachuco. Como no lo ha tratado ni Paz ni Monsiváis, nos comentan los personajes que ellos llevarán este recuento enchilado de vida.


Los acentos juegan parte importante en esta puesta, no sólo los de los tres personajes dados, sino aquellos que imitan cuando hacen de merolicos, políticos, chilangos y otro montón de caracteres bien conocidos por nosotros. Amén de una crítica social sobre nuestra cultura vs. la del norte, que culmina con el Himno Nacional Mexicano cantado al ritmo de The Star-Spangled Banner a todo pulmón.
Pese a todo, hay detalles que molestan y no llegan a cuajar. Esa misma crítica social se pierde a ratos y algunas cosas salen de contexto. Las palabras también cansan y a ratos parece verborrea sin ataduras; nos invaden los oídos y a veces también se pierde el hilo de lo que se dice o por qué se dice. Y bueno, quizá fue por el lugar en el que se presentó pero la iluminación era muy pobre, simple luz amarilla desde un costado. La escenografía era un recurso bonito pero no le vi mayor utilidad dentro de la obra. A veces la perdía de vista y no importaba gran cosa.
El uso del chile, morderlo y aguantarlo en escena es, desde luego, parte de la idea de Viqueira de que hay que actuar en el peligro, y estuvo bien usado porque todo el tiempo sentíamos ese picor en los labios de los personajes. Pese a esto, el que escupieran aguardiente, chile y otras cosas, provocaba una sensación (y olores) no muy agradable.


El “mole escénico” no sabe rico, sabe raro, es una plasta que trae de todo y que no alcanzó a cuajar. Excepto que esa fuera su intención desde el principio, en cuyo caso nos movieron a sentir, a reír y a terminar con el estómago revuelto e hicieron muy bien su tarea.
           El mole me cayó algo pesado, pero seguro que a muchos de ustedes les gusta. Si la ven en cartelera en su teatro local: ¡No se la pierdan!


=)




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